A lo largo y ancho
de nuestro país, la cultura del comer se ha caracterizado por ser tan rica como
variada. España es uno de esos destinos gastronómicos que nos hacen diferentes
a muchos de los países de nuestro entorno, ocupando junto Francia e Italia, el pódium
de honor de esa riqueza cultural que es la gastronomía, donde la variedad y la
calidad nos convierte en uno de los líderes sin discusión y referencia allá
donde la haya.
Lo que ofrecemos a
nuestros comensales sobresale por gusto y variedad, no obstante, como todo, las
cocinas de nuestro país están evolucionando con los tiempos, o las necesidades
y con ello el valor patrimonial que tiene.
El turismo
gastronómico se ha convertido en pilar económico de muchas regiones y gracias a
ello, el visitante descubre nuevos lugares mientras degusta platos capaces de
convertir sus tardes en digestiones pesadas pero llenas de satisfacción, por lo
menos en lo personal, aunque a veces deberíamos preguntar a aquellos que nos
acompañan, ante los efectos secundarios que esas comidas nos pueden provocar.
El comer, el buen
comer, es uno de esos placeres que nos permite sentirnos como si estuviéramos
ante una sinfonía de olores, sabores y sensaciones, capaces de hacernos elevar
la mirada al cielo y dar las gracias por ese orgasmo gastronómico que estamos a
punto de tener.
Todas esas
sensaciones vienen dadas por la defensa de una gastronomía de calidad y esa
excelencia es directamente proporcional a los lugares de origen, en las huertas
y pastos que consiguen ese propósito y de las gentes que hacen posible con su
esfuerzo el deleite de los demás.
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